A Marilyn Cote se la ha perseguido judicialmente y ha sido motivo de escándalo y burlas en redes, pero, ¿no es ella también víctima de un sistema que no atiende la salud mental?
¿Hace falta introducir a Marilyn Cote? A lo mejor sí. Es esta mujer que se hizo pasar por psiquiatra, con títulos y documentos falsos, fotos modificadas, mentiras sobre su experiencia y pertenencia a instituciones médicas de prestigio y, en fin, un fraude. Les dejo este artículo de ¡Goooya!, el periódico estudiantil de la UNAM, en donde está muy detallado el caso.
En fin, después de las múltiples denuncias en internet y los memes, Marilyn Cote finalmente fue detenida por usurpación de profesión y conforme pasan los días, se suman a la lista más acusaciones.
Pese a todo, la reflexión a la que quiero llegar es a la propia salud mental de Marilyn Cote. Es claro que necesita ayuda y acompañamiento, no nada más por lo obvio, las mentiras y la capacidad de hacer daño a la gente que, a su vez, llegó vulnerable con ella; sino porque basta ver su lenguaje no verbal para darnos cuenta.
Cuando veía, entre risas, los videos en donde se muestra hablando inglés y francés –según–, noté que su mirada no parece muy enfocada, bromeaba con una amiga: “tiene un ojo mirando acá y el otro para allá”. Bueno, concluimos, da risa, pero no da risa, porque, ¿cómo un caso como el de ella no fue atendido propiamente?
Marilyn Cote tenía un psiquiatra que supuestamente la trató desde 2021 hasta 2023, y aunque este personaje ha salido a declarar públicamente que se deslinda de las actividades delictivas de Cote, lo cierto es que, desde mi punto de vista personal, sí tiene responsabilidad. No de los delitos, por supuesto, pero sí de la salud mental de su paciente, de no acertar en su diagnóstico, de no acompañarla propiamente para que no incurriera en estados psicóticos y, quizá, si lo requería, de medicarla adecuadamente.
Ya saben lo que pienso sobre los medicamentos psiquiátricos: en la gran mayoría de los casos, no son necesarios, ¿pero cuando sí, cuando el paciente puede ser un peligro para la sociedad?
Pero si este tipo de casos se salen de control, es porque vivimos un sistema en donde la salud se ha vuelto un negocio. No se nos ve a los seres humanos como integrales: para un dolor, hay un medicamento, nunca se indaga de dónde viene ese dolor y cómo aliviarlo de manera integral y profunda.
Además, los psiquiatras son carísimos, los medicamentos también, y no siempre llegamos con buenos médicos. Muchos desórdenes bioquímicos que ocasionan visitas al psiquiatra, acaban etiquetados con enfermedades mentales que, honestamente, dan miedo, y se nos da un medicamento adictivo que hemos de usar de por vida.
Sí, aquí es donde hablo del yoga. Contrario a lo que se piensa en Occidente, el yoga es todo un sistema que permite atender la totalidad del ser: el cuerpo, la mente, nuestras emociones, nuestro estilo de vida, nuestras relaciones con los demás, todo lo cual se traduce en resetear aquello que nos está haciendo daño, desde una gastritis, hasta un desequilibrio mental. ¿Por qué funciona? Porque no busca alejarnos del dolor, del malestar, del desequilibrio con un medicamento que nos adormezca, sino entender de dónde viene, por qué y, poquito a poco, llegar a esa raíz de sufrimiento, arrancarla, si se puede, o si no, entenderla y manejarla con compasión.
Quizá el caso de Marilyn Cote sí requiera otro tipo de ayuda que la que pueda brindar el yoga, es decir, todo depende. Pero lo que me queda claro es que ella también es víctima de la poca atención –o de la nula atención– que le damos a la salud mental. Quizá, con el acompañamiento adecuado, esta mujer hubiera, por lo menos, no incurrido en dañar a los demás.
Pero esta es solo mi opinión personal y no es importante.
Imagen: Adobe Express