El mundo está convulso. La guerra arancelaria tiene a muchos nerviosos y en serio. ¿Cómo calmar la mente en medio de todo esto?
No sabía sobre qué escribir esta semana. Pero el punto, como he dicho, es hacerlo; en un acto obligado casi, casi. Así que me senté frente a la página en blanco y, simplemente, empecé a escribir. Lo que sigue a continuación es ese vómito de ideas que, finalmente, fueron fluyendo, solitas, a donde –yo– debía llegar.
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El mundo está convulso. La guerra arancelaria de Trump tiene a muchos muy nerviosos. Incluyéndome, la verdad. Es claro que los bolsillos de la gente se verán afectados mientras las grandes potencias se ponen de acuerdo.
China puede dar la batalla. Se nota. No se ha doblegado, al contrario. Analistas geopolíticos la dan ya, en avanzado, por vencedora. Rusia, por su parte, también ha salido triunfante militarmente en la guerra en Ucrania. Y Trump quizá lo sabe, por eso negocia con ésta última mientras que, a aquélla, intenta en vano embestir.
Las noticias están llenas de todo esto. Las sobremesas también. El tema son los aranceles. Y aunque intentamos entender, desde la teoría económica, desde la historia e incluso desde las conspiraciones lo que está sucediendo, lo cierto es que preocupa. Preocupa el alza de precios, preocupa la pérdida de trabajos, preocupa la caída de las inversiones y los ahorros. No sé ustedes, pero a mí hay días que me duele la panza si me detengo a pensar demasiado en esto.
Quizá por eso no sabía de qué escribir para el día de hoy. ¿Sobre qué reflexionar? ¿Qué enseñanza podemos rescatar de todo esto? ¿Qué dirían mis maestros?… Y me sentí desconectada.
Los últimos meses he estado demasiado preocupada, demasiado ocupada, demasiado estresada, me asaltó el insomnio, la irritabilidad, el agotamiento, so pretexto del cansancio dejé de meditar (¡error!); todo esto se traduce en una mente que, por agitada, por llena, por sobreestimulada, deja de crear. Así que, probablemente, el obstáculo de la página en blanco del día de hoy, tenga que ver (como siempre, aish!) con lo interno más que con lo externo.
Como siempre, acudí a mi maestro budista. No hablé directamente con él, ni le escribí mails larguísimos como a veces hago, me dije: “A ver de qué escribió mi maestro”. Y fui a su blog y encontré el siguiente texto que me cayó como anillo al dedo para recordarme de la importancia, especialmente en tiempos como los que atravesamos, de hacer espacio.
Cuando sentimos que la vida nos aprieta, en lugar de luchar contra lo que sentimos o actuar desde la angustia, podemos hacer una pausa. Dos pasos atrás. Respirar. Soltar la necesidad de controlar o de entender todo. Así, el espacio aparece.
Kyonin
Y como todos estamos en esta misma sopa trumpista y arancelaria (¿o no?), estoy segura que este texto también les servirá a ustedes. Hace un listado de enseñanzas muy prácticas del budismo zen que pueden ayudarnos a transitar tiempos convulsos como los que atravesamos. Aquí se los comparto:
https://chocobuda.com/2025/04/08/crear-espacio
Como siempre, esta es solo mi opinión –y mi experiencia– personal y no es importante. A mí no me crean nada, a mi maestro sí.
Imagen: Adobe Express