Hablemos de Mario Delgado, sus supuestos arreglos con las empresas de alimentos chatarra y del Buda y su enseñanza con respecto de la comida.
En realidad, hubiera reflexionado sobre la comida chatarra y Mario Delgado nada más, sin embargo, en el mes de mayo se celebra la iluminación del Buda Siddharta Gautama y es así que se me coló en la mente y por lo tanto en esta reflexión.
Y es que dice mi maestro budista: “la comida chatarra produce pensamientos chatarra”. Y es tan cierto que es chocante, porque a quién no le gustan los Churrumais acompañados de una Heineken bien fría. Hace muchos años, parece otra vida ya, solía cenar, todos los días, lo anteriormente descrito. Y eso sólo era la cena, porque probablemente en la comida habría ingerido un bowl de Panda Express o Domino’s Pizza.
Es así que resulta muy curioso que de las primeras preguntas que me hicieron al sentarme en un zafu fue: “¿qué comes?” Fue un primer contacto, un tanto extraño, con la revisión de mis comidas diarias. ¿Así que esa mente agitada y esos ataques de ansiedad estaban relacionados con mi dieta? Sí. Los alimentos chatarra tienen grandes cantidades de químicos –pensados, además, para hacernos adictos– que, con el tiempo y el exceso, alteran nuestra bioquímica.
Al principio me parecía imposible comer de otra manera. El pretexto siempre es: “no tengo tiempo”. Pero para eso está el maestro budista, disciplinado y sin rodeos: “¿Cuánto tiempo al día pasas en redes sociales o viendo series? A lo mejor ese tiempo pudieras invertirlo en tu alimentación”. Oish.
Así es esto, ¿eh? Nada de flores, incienso y luz. No. Son caídas de veinte tras caídas de veinte que se sienten como pedradas muchas veces dolorosas y sí, chocan.
Sin embargo, conforme los hábitos se van transformando, todo empieza a encajar. Y aunque suene inverosímil, a la larga, se nos dejan de antojar los Gansitos y los jugos del Valle de mango.
La razón es muy sencilla. Si este tipo de alimentos están diseñados para hacernos adictos, conforme nos desintoxicamos, el cuerpo –y la mente– ya no pedirán la sustancia a la que son adictos. Además, cuando entendemos los químicos con que están fabricados estos alimentos, definitivamente dejamos de querer eso dentro de nuestros cuerpos.
Inevitablemente, conocer esta información, nos llevará a descubrir el horrible mundo de la industria alimentaria procesada: envenena nuestro cuerpo, pero también el planeta; probablemente no haya industria más contaminante, por ejemplo, que la Coca-Cola: se requieren litros de agua para hacer una Coca-Cola, y el plástico residual es excesivo. Digo Coca-Cola, pero son todos los refrescos y jugos y aguas azucaradas y coloreadas que nos venden. Quizá el agua potable sería accesible a todos si Coca-Cola no consumiera las cantidades que consume.
En todo caso, lo más importante, es el cambio interno. Y es aquí donde regresamos al budismo. Porque cuando cultivamos la disciplina de cuidar nuestro cuerpo, todos los días, empezaremos a sentir los cambios en nuestra salud física y mental. Sentarnos a meditar es muy difícil, acallar la mente es muy difícil, concentrarnos en la plática de un amigx es muy difícil, pero habremos dado un paso enorme sin comemos de manera saludable y he ahí la enseñanza: no todos queremos sentarnos a meditar o celebrar al Buda, pero todxs queremos encontrar paz.
Es así que comer de manera saludable crea un círculo virtuoso. Con una alimentación natural y balanceada probablemente encontremos alivio para muchos de nuestros padecimientos físicos y mentales y dejemos de ingerir fármacos que intentan aliviar el síntoma que nos está provocando el alimento procesado; ¿no es lógico comer un alimento que nos da la Tierra en vez de un algo coloreado que salió de un laboratorio? Comer los alimentos que nos da la Tierra también puede ayudar a reducir la contaminación excesiva que produce la industria alimentaria chatarra; ¿no todos queremos cuidar este hogar generoso que es de todos?
Esta reflexión ya dejó de lado a Mario Delgado y sus supuestos acuerdos con la industria alimentaria. Sí cabe preguntarnos, sin embargo, si hay una lucha real del gobierno de Claudia Sheinbaum contra esa industria venenosa. Sin duda hay que darle seguimiento con mucha crítica y detenimiento, porque nos jugamos nuestra salud y la del planeta.
Pero lo cierto es que la responsabilidad, aunque sí es de los gobiernos, también es nuestra. Podemos elegir, estoy segura que sí podemos elegir darles a nuestros hijos una manzana en vez de un Kinder Delice. Aunque como dice mi maestro de yoga: “Todos queremos sanar, pero pocos estamos dispuestos a hacer el trabajo”.
Pero bueno, esta es sólo mi opinión personal y no es importante.
Imagen: Adobe Express