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De que el discurso lo es todo

El discurso lo es todo. Porque es a través de las palabras como interpretamos y creamos la realidad. 

Durante todo el sexenio anterior se dijo que el expresidente había polarizado al país. Es decir, los siglos de racismo y las décadas de un sistema económico que creó profundas desigualdades sociales no tenían nada qué ver.

Durante 6 años escuchamos a los medios hegemónicos decir que desde el púlpito presidencial se sembraba el odio entre los mexicanos, y también aprovecharon todos sus espacios –radio, televisión, redes, editoriales– para decir que se les acosaba y se les censuraba, que la libertad de expresión estaba en peligro.

Ahora que en México hemos transitado a un nuevo gobierno, llama muchísimo mi atención el discurso que siguen manejando los medios hegemónicos. Que, por cierto, siguen ahí. Así que, después de todo, no hubo tal censura ni estuvo en riesgo la libertad de expresión.

En fin, es así que aquel gobierno al que acusaban de polarizar a la sociedad ya se fue, pero sí que seguimos escuchando en esos espacios discursos de odio.

La misoginia con la que han tratado a la presidenta de México es primaria, arcaica, llamándola “presirvienta” o ama de casa, a lo que Claudia respondió que a mucha honra era ama de casa y que los trabajos de cuidados y del hogar no deben ser vistos como indignos. ¡Ojo! ¡Es el discurso! Seguro que durante 6 años estaremos escuchando la reivindicación de los derechos de la mujer y puedo apostar a que ese discurso va a empezar a transformarlo todo.

Por ahí también escuché la queja de un señor, creo que era Jesús Silva-Herzog, que decía que Claudia los trataba –a los medios– con “desprecio”, con indiferencia. Creo que incluso dijo “no nos voltea a ver”. Lo que resulta muy curioso: mientras que en el sexenio anterior se amparaban para que el expresidente ya no pudiera ni nombrarlos en las conferencias matutinas, ahora lamentan ser ignorados.

He seguido con mucho interés los medios estas semanas porque sin duda el discurso de Claudia Sheinbaum no se parece en nada al de Andrés Manuel. Sus mañaneras son cortas porque sus respuestas son más técnicas y puntuales, y hasta ahora nunca la hemos visto cuestionar a los medios ni mucho menos exhibirles. Cosa que quizá ya no sea necesario, la gente –la mayoría– ha aprendido a consumir noticias, a discernir la información, a entender que los periodistas responden a intereses y a reconocer esos intereses. Todo ello producto de un discurso que mostró a la gente la capacidad que tenemos todos de hacer un análisis mediático.

La otra vez, mientras ordenaba mis tlacoyos en el mercado, un señor conversaba con las garnacheras sobre Ifigenia Martínez y todos participábamos de la conversación. Todo ello, otra vez, producto de un discurso que invitó a la gente a conocer la historia y a involucrarse en la vida política de su país. Me acordé de aquella opinóloga de Latinus que dice que la señora de las tortillas no entiende la reforma judicial –la misma, por cierto, que criticó el “llegamos todas” de Claudia–.

El discurso que estamos viendo desde el púlpito presidencial sí es menos confrontativo. No se han dejado de hacer las denuncias pertinentes pero, hasta ahora, no se han exhibido dichos ni nombres, y los que se han exhibido lo han hecho solitos, desde sus espacios, incapaces de reconocer que el discurso ha cambiado, que hay cosas que, simplemente, ya-no-están-bien. El discurso de la actual presidenta también es más conciliatorio, pese a todo, en ciertos espacios no han dejado de aflorar ideas machistas, misóginas, racistas.

Bueno, fui de una idea a otra solamente para reflexionar que estamos viendo quiénes son los que realmente han polarizado a la sociedad. Basta darse un clavado a los distintos medios en todos sus espectros para ver quiénes son los que plantan el discurso de odio. 

Y esto no tiene qué ver, como siempre, con apoyar o no a la actual presidenta, sino con darme cuenta qué discursos consumo y qué discursos replico. Y para qué.

Pero esta es solo mi opinión personal y no es importante.

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