Lo que más llamó mi atención de las campañas políticas no es la diversidad de opiniones, sino las heridas que nos propinamos entre familia y amigxs.
Personalmente, tengo la fortuna de moverme entre ambos polos, tengo amigxs en la izquierda y en la derecha, de modo que puedo escuchar las opiniones, análisis y conclusiones de un lado y del otro.
Algo que alcancé a percibir y sí me parece preocupante, es que las guerras sucias que se gestan en la derecha, sí penetran en la población que los vota, quienes replican fake news sin demasiado cuidado.
Otra cosa que observé, es que quienes simpatizan –o incluso militan– en las izquierdas, no usan el lenguaje de odio que sí usan quienes simpatizan con las derechas, quienes comparten memes y opiniones que en más de una ocasión conllevan burlas y calificativos. Y sí lastima un poco el corazón.
Muchas personas dicen que López Obrador polarizó el país. Pero los números de la pasada elección son prueba de que no hay tal polarización, sino que una enorme mayoría apoya el proyecto de la 4T. Sobre todo, los comentarios clasistas que surgieron después del domingo son los que demuestran que más que una polarización, hay un clasismo histórico que, simplemente, se nombró y salió a flote. Y después del domingo, peor:
Desde mi perspectiva personal, lo que observo es más bien la politización de la sociedad. Hablamos de política y de nuestras posturas y creencias en las sobremesas, en los chats, en las redes; y eso, a su vez, habla de nuestra visión del mundo, de la sociedad y de los valores de cada quien.
Por ejemplo, cuando Xóchitl Gálvez, al final de su campaña, decidió meter a dios, no dejaron de sorprenderme los comentarios a favor. ¡Gente de mi edad diciendo que sí, que qué bueno que regrese dios a la política! Incluso llegué a escuchar que la religión también debería regresar a las escuelas. Y no pude evitar preguntarme: ¿cuál religión? ¿Y qué dios?
¡Y yo que pensaba que el laicismo era un valor dado por hecho en nuestra moderna sociedad!
Es así que de las pasadas campañas no hemos salido sin heridas afectivas. Sin embargo, lo que también puedo constatar y no sin tristeza, es que las expresiones violentas vinieron de parte de las derechas y sus seguidores.
Dice mi maestro Hondou Kyonin en un texto que escribió sobre budismo zen y política:
Un practicante de Zen no tiene preferencias sobre candidatos políticos y no toma posturas fuera de equilibrio. La práctica del Zen enseña a ver más allá de las divisiones y dualidades, buscando siempre el equilibrio y la armonía. Nos esforzamos por mantener una mente clara y ecuánime, sin dejarnos llevar por las pasiones y conflictos que a menudo caracterizan el ámbito político.
También es nuestro deber ver más allá de los ataques y el odio entre bandos, que nublan la mente. Esta actitud nos permite participar en la sociedad de manera consciente y compasiva, sin quedar atrapados en las luchas de poder y las divisiones partidistas.
Budismo zen y política, Hondou Kyonin
Pero, ¿cómo volver a sentarnos a comer con el amigo que reposteó aquel meme de que el voto de Nuevo León vale más que el de Tabasco? ¿O con la amiga que dice que las becas para los jóvenes son un desperdicio porque no son más que unos criminales? ¿O con ese otro amigo que replica eso de que ya no va a dar propinas?
A mí en esto me falta mucha práctica budista, porque me parte el corazón descubrir ideas fascistoides entre mis amistades. Y no sé qué hacer.
En fin, esta es solo mi opinión personal y no es importante.
Imagen: Adobe Express