Atrevámonos a hablar de Venezuela y la injerencia golpista de los medios, las derechas y los poderes económicos extranjeros.
Dejando de lado filias y fobias, ¿cómo podemos interpretar lo que está pasando en Venezuela? Pero, sobre todo, ¿por qué habría de ser de nuestro interés?
Personalmente, como saben, me interesa el papel mediático en la situación y cómo nos vemos afectados por la desinformación, pero también cómo participamos de las mentiras.
¿Qué podemos hacer? Primero y lo más importante, si no sabemos, si no estamos seguros, lo mejor es quedarnos callados, porque la réplica de mentiras y desinformación solo ensucia la conversación social y la exigencia de justicia.
Lo cierto es que a veces la práctica del silencio resulta más compleja que la segunda posibilidad que quiero proponer: contrastar la información. Si realmente estamos interesados en la situación y tenemos mucha necesidad de opinar, entonces vale la pena hacer una revisión amplia de los medios de comunicación en todo el espectro ideológico, porque entonces nos daremos cuenta que hay dos verdades construidas, lo que puede ayudarnos, simplemente, a dudar. Y ya con eso la llevamos de gane.
Nos hicieron creer que no tenemos la capacidad de analizar nuestra situación política e histórica, que los acontecimientos son tan complejos que escapan a nuestras posibilidades, de manera que nos conformamos con estar confundidos o, de plano, con no saber. Pero la realidad es que el análisis geopolítico es más sencillo de lo que parece –y es que la situación en Venezuela no es alrededor de Maduro, es una situación geopolítica en su totalidad–.
Podemos, con mucha facilidad, contrastar titulares en los medios de comunicación, en todos, así como consumimos a los grandes corporativos mediáticos, podemos consumir a medios independientes; podemos, también, escuchar los análisis y las experiencias de uno y otro lado, así como vimos las denuncias de Fox y Marko Cortés diciendo que no les dejaron entrar a Venezuela, hay cientos de observadores electorales que sí estuvieron allí. Hacer un análisis mediático es más fácil que nunca gracias al internet y las redes sociales.
Decía, entonces, que encontraremos dos verdades que van más o menos así:
Hay quienes dicen que hay fraude electoral, hay quienes dicen que el venezolano es uno de los sistemas electorales más seguros del mundo y explican cómo funciona; hay quienes dicen que el hackeo al sistema electoral lo perpetró Maduro, y quienes aseguran que el hackeo lo perpetró la derecha fascista; hay quienes dicen que hay jornadas de violencia por la represiones de Maduro, pero hay quienes aseguran que si bien hubo marchas de la oposición, las calles están en paz porque Maduro mandó no responder; hay quienes dicen que esas marchas en realidad son grupos de choque que queman hospitales e infraestructura –recién entregada–, y quienes dicen que no, que es el pueblo exigiendo democracia; hay quienes dicen que Maduro es un dictador, hay quienes cuentan que ha habido 31 procesos electorales en Venezuela; que las olas migratorias son producto de la dictadura de Maduro, que no, que la migración es producto del bloqueo económico; quienes dicen que no hay tal bloqueo y, sin embargo, hay quienes arrojan datos asegurando que el gobierno venezolano cubre más del 90% de su canasta básica con productos nacionales y que sus farmacias están bien surtidas con medicinas chinas, rusas e iraníes respondiendo a aquel bloqueo.
Entonces, ¿a quién elijo creerle y por qué? Y, sobre todo, ¿qué elijo decir y para qué?
La otra pieza fundamental es conocer la historia. Para ello no hace falta consultar enciclopedias empolvadas en una librería, el internet, otra vez, nos ofrece toda la información que queramos.
Es así que sabemos, gracias a la historia, que nuestra región ha sido blanco de interés de Estados Unidos y sus grandes poderes económicos; la historia nos cuenta cómo controlan los medios de comunicación, cómo actúan para controlar los gobiernos de la región para, finalmente, controlar nuestros recursos.
Sabemos, porque es un dato duro, que Venezuela tiene las reservas de petróleo más grandes del mundo, y ese solo hecho es ya suficiente para que Estados Unidos esté muy interesado en colocar un gobierno afín a sus intereses económicos, por lo que esta mera conclusión puede ayudarnos a no confiar tan ciegamente en María Corina Machado –de quien sabemos, gracias a la historia, sus nexos con la derecha internacional– ni en el señor que aparece a su lado –quien, nos cuenta la historia, está ligado a los escuadrones de la muerte que operaron en la guerra sucia en América Latina–.
La geopolítica nos cuenta que Estados Unidos está buscando proteger sus intereses económicos y geoestratégicos frente al surgimiento de China y Rusia, por eso Medio Oriente y América Latina son escenarios clave, por posición geoestratégica y por los recursos naturales.
Es así que lo que sucede en Venezuela nos interesa: allí se juega –como en toda la región, incluyendo México–, la paz y la soberanía de nuestro continente.
Pero ojo, porque la historia también es un constructo humano, entonces también hay varias versiones allá afuera. Y, sin embargo, dicen que la verdad es la verdad.
Así que, en todo caso, les comparto una de las enseñanzas budistas más rompedoras que he conocido y que ayudan a la hora de hacer este tipo de análisis: sunyata, la vacuidad.
La vacuidad en el budismo se refiere a que la existencia es una ilusión, es decir, carece de realidad en sí misma ya que todo es producto de causas y condiciones, nada se produce por sí mismo, y todas las cosas comparten esa misma condición, la falta de naturaleza propia, están vacías. Luego entonces:
Cualquier afirmación, es una afirmación engañosa. Con esto se quiere decir que ninguna afirmación tiene realidad en sí misma, por estar sujeta a causas y condiciones, o, como diríamos hoy, por estar inscrita en una red de textos (intertextualidad) a los que hace referencia y de los que es un efecto.
Juan Arnau, La palabra frente al vacío
De manera que esta es solo mi opinión personal y está vacía, por lo tanto, no es importante.
Imagen: Adobe Express