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De las guerras sucias

Las guerras sucias no se limitan a los políticos en campaña, el movimiento feminista también es víctima de quienes usan estas herramientas: las derechas y los conservadurismos.

Quizá nos cueste trabajo aceptar que las guerras sucias existen y que operan con toda una estrategia mediática a la que se le puede poner nombres y apellidos, sobre todo cuando la guerra sucia es en contra del político o del movimiento que odiamos, todo intento de réplica o defensa nos suena a mentira y justificación, cuando la realidad es que las mentiras vienen del otro lado. 

En México arrancaron las campañas presidenciales, a las que se suman otros cargos en contienda. Así que por todos lados estamos viendo a las y los candidatos en una carrera francamente lamentable. 

No puedo dejar de mencionar los dichos de Jorge Castañeda, ex canciller de Fox y actual opinador en ForoTv: “la guerra sucia, pero sucia en serio contra Claudia […] me parece lógico… el manual ahorita es go negative con Claudia y también con López Obrador, con investigación de oposición, con chismes, con todo”.

Carlos Alazraki, quien ha sido publicista del PRI y últimamente también opinador, tiene una frase ya clásica al respecto: “las campañas no se ganan con publicidad, se ganan con propaganda, y entre más mentiras des, mejor te va”.

Xóchitl Gálvez, candidata de las derechas, es quien más abiertamente ha usado esta estrategia, pero su capacidad de mentir me parece ya esquizofrénica. Basta leer su lenguaje corporal para notarlo: por cada mentira, la cabeza gacha, la mirada baja. 

Creo que la razón por la cual las guerras sucias las operan las derechas, no es porque las izquierdas sean inmaculadas, sino simple y llanamente porque son quienes tienen el dinero. Punto. Son los dueños de los medios y articulan con los grandes conglomerados empresariales a nivel internacional y con gobiernos extranjeros para ensuciar todo aquello que atente contra sus intereses, siempre, económicos.

El movimiento feminista es también víctima de estas guerras sucias por obvias razones: atenta absolutamente con el orden establecido. Si ustedes echan un vistazo a la prensa hegemónica, el movimiento feminista está dividido y su ruptura es inminente.

No puedo evitar preguntarme: ¿y si la realidad es resultado de la apuesta mediática? Todos estos titulares que satanizan el movimiento y la marcha del 8M y todos esos embates teóricos que aseguran que los feminismos blancos y de las periferias son irreconciliables, ¿no serán una apuesta por dividirnos a las mujeres? Tal y como han hecho –y logrado– en otras áreas de lo político.

El debate en el feminismo es natural y ha sido histórico, pero no es de principios, y eso se vive y vibra en las marchas del 8M, por demás nutridas y entrañables.

Varias y varios lectores más de una vez me han preguntado, ¿qué podemos hacer? Pienso que, primero, informarnos; segundo, conocer nuestra historia; y tercero y muy importante, no reproducir las mentiras ni los discursos de odio, aun cuando estos empaten con mi político o movimiento predilecto.

Ante las guerras sucias, les comparto esta enseñanza budista: 

“No cometer el mal. Practicar el bien. De forma natural purificar la mente es la enseñanza de los Budas”.

Pero esta es solo mi opinión personal y no es importante.

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