Saltar al contenido

Transfobia y borrado de las mujeres

Buscando metodologías de investigación para Estudios de Género, me recomendaron leer a Marcela Lagarde. Me dispuse a la tarea y ayer posteé una frase suya en Twitter y en Instagram, la cual me remitió al episodio “Transfobia y Literatura” de mi podcast. 

Sin embargo, Anne, la voz invitada en dicho episodio, me alertó de que Marcela Lagarde es transfóbica. Así que me puse a investigar y llegué a un momento que, ahora recuerdo, comentamos en la oficina: en marzo del año pasado (2022), la UNAM acogió el foro “Aclaraciones necesarias sobre las categorías Sexo y Género”, en donde, a grades rasgos, Largarde y otras investigadoras de la UNAM se pronunciaron con argumentos biologicistas (es decir, si bien el género es una categoría social, el sexo es una categoría biológica, innegablemente hay hombres y hay mujeres), por lo cual el foro fue denunciado como transfóbico. 

Anoche me desvelé leyendo las declaraciones de Lagarde en distintos foros, revisando su cuenta de Twitter, leyedo lo que sus compañeras de foro han, a su vez, declarado, y llegué a un movimiento llamado “Contra el borrado de las mujeres”.

Los movimientos feministas y por la diversidad sexual y de género me tienen volada la cabeza. Me parece que están transformando la realidad y están impulsando a la humanidad a repensar y a cuestionar el orden de la cosas y lo que, hasta ahorita, hemos tomado como verdadero. Me fascinan. Pero al mismo tiempo ha sido nuevo para mí leer a las investigadoras, las teorías, los estudios y, ahora, descubrir los encontronazos que hay dentro del movimiento. 

Estamos ante dos posturas con respecto de la comunidad trans. Por un lado las personas transgénero que legítimamente luchan por sus derechos y por vivir una vida sin violencia, y por el otro, las mujeres que arguyen que las mujeres trans están ocupando los escaños que la lucha feminista, durante años, ha forjado para las mujeres.   

Como digo, todo esto es nuevo para mí, así que, lo que a continuación expongo nace de mi profunda ignorancia y espero no insultar a nadie. Es pregunta. 

Eso de Contra el Borrado de las Mujeres está exponiendo situaciones en donde las mujeres –otra vez– se han visto invisibilizadas, vulneradas o, de plano, sustituidas. 

Por ejemplo, en julio pasado, la atleta Melanie Berges no pudo clasificar en los Juegos Paralímpicos al perder contra Valentina Petrillo, una mujer trans que, antes de su transición (en 2019) había competido en la categoría masculina. Casos como este en los deportes, encontré un montón. 

Encontré otro caso en donde Jonathan de Jesús Robaina violó y mató a su prima, y el primer día del juicio, de acuerdo con el diario El Mundo, pidió que se le llamara Lorena pues se identificaba como mujer, a partir de lo cual inició su transición y cumplirá su condena en una prisión femenil, ante lo que las así llamadas TERF (trans-exclusionary radical feminist) protestan arguyendo que un violador y un feminicida no puede estar en una cárcel con mujeres. 

Hay otro caso que llamó mi atención: Chloe Cole fue sometida a una cirugía a los 15 años para removerle los senos puesto que, según ella mismo declaró ante el Senado de Estados Unidos, sus doctores “con sus teorías del género, creyeron que mis problemas mentales terminarían si transicionaba a hombre. Sus teorías estuvieron equivocadas, la cirugía y las medicinas cambiaron mi cuerpo, pero no cambiaron la realidad de que soy y siempre seré una mujer”. Aquí quizá hay una delcaración que puede levantar las cejas: “Necesitamos dejar de decirle a los adolescentes que nacieron mal, que está bien que rechacen sus cuerpos y se sientan incómodos en su propia piel”.

Así que, mientras hay quienes –repito, legítimamente– buscan aceptación, seguridad y oportunidades económicas y médicas para transformar su cuerpo, hay quienes, por el contrario, están siendo impulsados o impulsadas a transformar sus cuerpos a muy temprana edad sin una certeza de querer hacerlo.

Ay, la humanidad… Creo que solo estamos ante la humanidad, la humanidad misma que todo lo vulgariza, la humanidad que no ha sabido asentarse en el amor y la compasión y busca siempre diferenciarse del otro. 

Regreso a Lagarde y a los debates abiertos al respecto. Quizá sí pueden catalogarse como transexcluyentes, pero no los considero transfóbicos pues, hasta el momento, no he encontrado –por lo menos en Lagarde– discursos de odio o que promuevan la violencia.

No estoy negando la transfobia, existe, mata gente, hay que erradicarla, pero sí me preocupa que cometamos los mismos errores de siempre: que aquel que no está de acuerdo conmigo, entonces su discurso es de odio; que aquel que lucha por ciertos derechos que no me competen a mí, entonces está en mi contra. Pero no sé. No sé. Me declaro completamente ignorante.

Cuando se hace, se escribe o se estudia como he elegido, es difícil no tomar posturas. Pero siempre me digo lo siguiente: antes que feminista, soy budista; el budismo me ha enseñado el Camino Medio, estar en medio de las cosas, ni un extremo, ni el otro; la vacuidad enseña a no poner etiquetas, ver las cosas en su esencia, tal cual son; y finalmente hacemos postraciones diario para recordar y reconocer que no somos el centro del universo y que hay algo más grande que nosotros. En todo cado el namasté del Yoga, que también repito diario, significa “la divinidad en mí, reconoce la divinidad en ti”.

Pero esta es sólo mi opinión personal y –diría mi maestro zen– no sirve para nada y no es importante.

Namasté.

Imagen: Adobe Express

Comparte:
Publicado enBlog