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De las novelas de caballería a la coronación de Carlos III

Que amo con locura y con pasión las novelas de caballería no es secreto para nadie. De ahí a que celebre los anacronismos monárquicos de los europeos, hay mucho trecho.

Presencié a través de YouTube la Coronación de Carlos III, el nuevo rey de Inglaterra. Y de Camila, claro, su reina. Tema que no pasa desapercibido dados todos los detalles que las revistas del corazón nos otorgaron por allá de la década de los 90. Un par de amigas están de visita en mi casa así que, mientras desayunábamos, vimos la ceremonia mientras comentábamos nuestras impresiones. Fue divertido. A todas nos encanta el chisme, así que sabemos los pormenores de la casa real británica, pero también todas coincidimos en lo arcaico, inútil y parasitario del asunto.

Muchos de aquellos simbolismos que me encantan de la literatura medieval de caballería –una literatura muy hermética, llena de niveles de interpretación, en donde cada cosa significa algo: la espada del caballero, los colores con que viste la dama, las joyas que uno u otro llevan, el báculo, un cáliz, etc.–, aparecieron en la ceremonia de Carlos III como recordatorio del siglo en que viven los europeos.

Claro, en el terreno de la ficción el rey enarbola una espada de doble filo que simboliza sus virtudes de justicia y caballería; en ese mismo terreno, estos caballeros terminan rompiendo todas las reglas cuando se enamoran de una dama y entonces el doble filo de la espada pasa a significar la lucha por su amor y por su amada. Pero, ¿qué pasa cuando vemos estos símbolos en YouTube en pleno siglo XXI?

A Carlos III le presentaron varios objetos de oro y piedras preciosas –robadas de los países que invadieron– en los que éste juraba cosas parecidas a las que leemos en las novelas de caballería. Que si por Dios y por el pueblo, que si jurar servir, que si el honor y la virtud. ¿Qué significa todo ello en una realidad en la que el imperio británico ha invadido países de todo el mundo, masacrado naciones enteras y robado sus recursos sin ninguna consecuencia? ¿Qué significan esos juramentos cuando Carlos III ha sido reconocido por Forbes como una de las personas más ricas del mundo con una fortuna que asciende a 500 millones de euros? Su “imperio inmobiliario”, como lo describe la revista, consta no solo de castillos en el Reino Unido, sino también de propiedades lujosas en cada una de las naciones que pertenecen a la Commonwealth, libres, además, del impuesto de sucesiones que el resto de los ciudadanos sí está obligado a pagar –hasta el 40%– cuando la fortuna heredada asciende a 375.000 euros. Pero no ellos, ellos no, por algún anacronismo de que es su derecho divino. 

No hay en todo esto nada de virtudes, sino puro colonialismo, clasismo, racismo y xenofobia.

Sí, me encantan los castillos, los caballeros y los dragones en la ficción. En esta realidad, siento pena por los europeos, viviendo en un siglo que sólo es disfrutable en la ficción de la literatura, cuyas sociedades decadentes están sostenidas en palillos por esa misma incapacidad de transitar hacia una nueva era. 

¿Qué podemos hacer desde nuestras pequeñas trincheras? Uy, un montón de cosas, desde resistir con nuestras lenguas originarias, hasta dejar de aplaudir a los personajes que acusan a nuestro gobierno –nos guste o no– con los reyes europeos, como si fuésemos todavía una colonia, como ellos, muy seguramente, sí nos perciben aún.

Pero esta es solo mi opinión personal.

Foto de Canva.

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Publicado enBlog