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Del Premio Nobel de Literatura –y de la Paz–

¿Qué hace que un Premio Nobel de Literatura lo sea?

Normalmente no leo novelas o autores que estén de moda, no por mis típicas anarquías, sino porque, como algunos sabrán, soy más clavada en la literatura de Siglo de Oro y ahí me la puedo vivir. Sin embargo, desde que empecé a publicar mi propia obra, me sentí con la responsabilidad de conocer el ámbito literario contemporáneo. Es así que estos días leí El acontecimiento de Annie Ernaux, Premio Nobel de Literatura 2022. Por curiosidad, pero también víctima de la maquinaria mediática.

Planeta desplegó todo su poder para hacer llegar todos los títulos de Annie a periodistas y mediadores culturales, a escritores reconocidos y hasta a influencers. Las redes sociales, entonces, se llenaron de fotos de las portadas de los libros y agradecimientos a Planeta por el regalo. Y las reseñas y comentarios empezaron a surgir llenos de elogios y asombros y wows.

Quiero aclarar que entiendo que requiero leer el resto de la obra de la autora francesa para expresar una opinión sólida y no como la que estoy a punto de lanzar aquí, basada solo en mi lectura de El acontecimiento:

El tema es filoso e inminente: el aborto y todos los tabúes que hay en una sociedad al respecto, desde la familia, hasta los médicos y hasta los amigos. Develar el tránsito escabroso por el que tiene que pasar una mujer para decidir sobre su propio cuerpo y sobre el curso de su vida, es mordaz, íntimo, entrañable, irritante, esclarecedor. Y el momento en sí del aborto, sin tapujos, hasta escatológico, resulta impactante; imposible permanecer tibio ante este pasaje del libro. Otra cosa que me resultó sumamente interesante fue el autoconocimiento que genera la voz narrativa –la propia autora– después del “acontecimiento”, hay una suerte de empoderamiento, de conciencia de sí, pero también de la sociedad y del sistema que la rodea. Después del aborto, hay claras opiniones con respecto de la jerarquía patriarcal y de clase. 

No sabía si había estado en el límite del horror o de la belleza. Sentía orgullo. Probablemente el mismo que sienten los navegantes solitarios, los drogadictos y los ladrones, el de haber llegado a donde a los demás nunca se les pasará por la cabeza ir. 

Annie Ernaux; El Acontecimiento

Pese a todo, no le encontré al texto un artificio literario que me embelesara a nivel estético. Pensé en lo que hace Sor Juana, en lo que hace Hölderlin, lo que hace Cortázar, jugar con la lengua escrita, crear imágenes, invitar al lector a develar lo escrito. Y, no me vayan a linchar, pero no pude evitar preguntarme: ¿o es que acaso nos estamos conformando?

El fenómeno que he visto alrededor de Annie Ernaux –sin desestimar su obra, por favor, no me malinterpreten– es la maquinaria avasallante de una institución: la del Premio Nobel, la cual, a mí, de manera personalísima, me genera ciertas dudas.

Barak Obama es Premio Nobel de la Paz 2009. El expresidente de Estados Unidos que bombardeó Siria hasta sus cimientes, el que no pasó un solo día de su mandato sin librar una guerra, el que, por cierto, traficó armas a México en complicidad con el gobierno en turno; “Barak Bombama” es el apodo que circula entre algunos cuantos. Sin duda fue un movimiento político. Se requería el reconocimiento internacional y el posicionamiento mediático para hacer como que no pasaba nada. El resto ocurrió solo. Y las consecuencias las vivimos hoy en día. Irak, Afganistán, Siria, México, están como están. Y Obama anda en charlas magistrales y en documentales de Netflix.

En un texto anterior escribía sobre la necesidad de entender de dónde viene la información que consumimos, quiénes son los dueños de los medios, quiénes son los que deciden otorgar un premio de estos. Para qué.

Insisto, nada de esto es para desestimar la obra de Annie Ernaux, requiero seguir leyéndola; es solo es una reflexión temprana. Y en todo caso es sólo mi opinión personal.

Imagen de S. Hermann / F. Richter en Pixabay

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