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De las guerras mediáticas y los libros

Cuando la geopolítica llegó a mi vida, me di cuenta que el tema que más me interesaba al respecto era el papel que jugaban los medios de comunicación. ¿Cómo, a través de ellos, se justifica una guerra a base de tergiversaciones y mentiras, por ejemplo? ¿Cómo tomamos por verdad algo que no necesariamente lo es por el simple hecho de que los grandes títulos lo repiten? Me fascinó y al mismo tiempo me aterrorizó, porque claro que me di cuenta que yo misma había sido víctima de las verdades a modo o, de plano, de las mentiras. 

Estos días se está llevando a cabo el Coloquio Internacional del Programa de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS). El tema es “Las guerras mediáticas en América Latina: actores, intereses y alternativas”.

Pueden seguir el coloquio en vivo, o bien, acceder a los conversatorios y ponencias a través del canal de YouTube del PUEDJS.

Una de las mesas que más he disfrutado es “Rompiendo el cerco informativo”. Particularmente me gusta escuchar a Luisa Cantú por su frescura periodística y por su lenguaje llano, y también a Nancy Flores porque es puntillosa. Mujeres jóvenes en el periodismo de nuestro país, ¡bravo!

Los señalamientos, por parte de todos los ponentes, fueron directo hacia los medios hegemónicos, “aparatos ideológicos del poder económico, del capital, de las grandes transnacionales”, los describió Nancy Flores; y la crítica fue puntual: la manera en que imponen una visión del mundo sin que ésta esté necesariamente sustentada en la realidad. Y que esa visión corresponde, obviamente, a intereses económicos que, sobra decirlo, están muy alejados de los intereses sociales. ¡Y que además permea! Porque tienen tanto dinero y tanto poder, que claro que su voz es la que se escucha más fuerte.

Pero parece que hay que nombrarlos, para que, como sociedad, terminemos de entender de dónde viene lo que nos están contando. Coca-Cola, dijo Luisa Cantú; Joaquín López-Dóriga, dijo Álvaro Delgado; CNN, dijo Jonathan Pérez; Claudio X. González, dijo Nancy Flores… Y no pude evitar pensar en la gente que se tomó una selfie con este personaje en la marcha a favor del INE. O de la democracia. O en contra de la reforma electoral. O del gobierno actual. No me quedó muy claro por qué marcharon. Pero esto tiene que ver con la propia malinformación, tanto para quienes marcharon que no terminaron de entender por qué lo hacían, y para quienes lo vimos, que tampoco terminamos de entender por qué lo hicieron. Y esto es solo un ejemplo. Y menor. Como digo, se han justificado guerras a través de la manipulación mediática. Otro día les cuento de Siria.

¿Y dónde entra la literatura en todo esto? Las guerras mediáticas han alcanzado a los libros. Estos espacios de investigación rigurosa, de reflexión profunda, que en otro tiempo hicieron denuncias sustentadas en un ejercicio periodístico ético y que hoy, son otro espacio cooptado que sólo busca confundirnos. Tengo en la mente específicamente El rey del cash, de Elena Chávez. Sin filias, ni fobias, el libro no tiene rigor alguno, y bastó el eco que le hicieron los medios hegemónicos para que el resto sucediera solo. 

Ahora, de manera personal, pienso que la literatura, para ser tal, necesita ser ficción –intencional– y necesita tener, sí o sí, juegos lingüísticos. Así que los libros de investigación periodística, geopolíticos, etc., no los metería dentro del “arte” de la palabra escrita.  

En fin, una vez escuché decir a Residente que el arte, o mejor dicho, el artista, debe comprometerse socialmente, no debemos permanecer tibios… Me sentí señalada, porque el budismo me ha hecho des-comprometerme. Pero la verdad es que no puedo evitar tener el corazón a la izquierda. 

La discusión sobre las guerras mediáticas es inminente, necesitamos saber de dónde viene la información que estamos consumiendo, quiénes son los dueños de los medios en que nos estamos informando, qué verdades estamos creyendo, qué mentiras estamos reproduciendo, a qué intereses estamos beneficiando cuando compartimos un tweet o un meme o asistimos a marchar… Pero esta es sólo mi opinión personal.

Imagen de Steve Buissinne en Pixabay

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