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Desde que el budismo llegó a mi vida, no sé de qué escribir…

Cuando era adolescenta, deslumbrada por las visiones existenciales de autores como Nietszche y Sartre, me dije: cuando sea grande, quiero escribir como ellos. Y fue una idea a la que me aferré muchos años, tantos, que me desconecté de mí misma. 

Reconocerme ha sido desgarrador, como romper con la Magdalena que me obligué a ser. ¿Y encontrarme? Pues en esa búsqueda estoy actualmente…

Mi novela Mäywen fue como un remanente de mi verdadero ser, porque a pesar del deseo de escribir como éste o aquél, lo que terminé pariendo fue la novela de caballería que mi corazón verdaderamente anhelaba escribir. Casi contra mi voluntad. Pero allí está, afortunadamente.

Pero desde que el budismo llegó a mi vida, no sé de qué escribir. Recuerdo que de las primeras preguntas que hice a mi maestro fue: ¿Y de qué voy a escribir ahora?

Si es cierto eso de que la meditación apacigua los demonios de la mente, ¿de qué escribe quien se cree angustiada? Y así estuve muchos años, con un pie en el zafu y otro en el existencialismo.

Hasta que la necesidad de sanar fue más fuerte que mi escritura. Necesidad de paz, de reencontrarme, de entenderme, reconectar, perdonar, amar. Dejé de escribir, dejé de insistir, dejé de pensar. Y me senté a meditar.

¿De qué escribo ahora?, le volví a preguntar a mi maestro hace apenas unos meses, y me dijo: escribe de tu práctica budista, escribe del vacío.

Otra vez Mäywen. Está llena de enseñanzas espirituales que por ese entonces empezaban a llegar a mi vida. La única razón por la que Mäywen, el personaje –spolier alert–, sobrevive, es porque el budismo me mostró una salida para ella: hay un camino hacia la luz. Pero es la pura teoría, eran mis primeros vistazos al Dharma.

Hoy, años después, no sé cómo escribir de la práctica; cómo no ser incoherente, porque escribir de mi práctica budista puede ser sumamente egocéntrico y lo que todos los días hacemos tanto en el zafu como en el tapete de yoga es postrar al ego. 

Tampoco se dice la vacuidad. 

Aun cuando Poética de la Ansiedad también es resultado de mi práctica espiritual, como la observación franca de mi mente: esto es lo que es; es lo que hay, la realidad es que hoy por hoy mi obra literaria está algo detenida. Tampoco he podido escribir tanto aquí, en mi blog, donde hago reflexiones más casuales, pero siempre coyunturales.

“El principio de tu iluminación como ser está en el silencio”, dijo mi maestro este fin de semana. 

El silencio es de las prácticas en que mi maestro más insiste. De manera que ahora tardo demasiado en reflexionar los hechos, no busco tomar partidos, no busco etiquetar. Ya tampoco quiero opinar. No siento deseos de hacerlo. Tampoco creo que le sirva a nadie. 

Entonces, ¿de qué escribo ahora?

Imagen de Pexels en Pixabay

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Publicado enBlog

2 comentarios

  1. JUAN ANTONIO JUAN ANTONIO

    Magdalena, buenas tardes.

    Te comparto un texto del que me acordé al leer este blog. Ojalá y te agrade.

    NO HE CONTADO NI LA MITAD DE LO QUE HE VISTO…
    Por Juan Antonio José

    “No he contado ni la mitad de lo que he visto…” Cuenta la leyenda que el gran viajero veneciano Marco Polo, dijo esas palabras cuando en su lecho de muerte, se le pidió se retractase de aquello que no fuese verídico en sus historias.
    Tengo razones para identificarme con este enigmático mercader: La primera, porque me considero todo un viajero. La segunda, porque también me he dedicado al comercio en mis viajes. La tercera, porque cuando viajo, procuro observar con detalle y registrar lo que se me presenta. La cuarta, porque empleo los viajes como materia prima. Y la quinta y considero más importante, porque como él, siento que no he contado gran parte de lo que he visto en mis andares, en especial los relacionados con la aeronáutica; experiencias enriquecedoras la mayoría de ellas, y en una de esas interesantes o preocupantes, que intento recuperar de manera objetiva en espacios como el que se me ofrece en esta oportunidad.
    Es así que varias veces al mes, por cierto, no tantas como quisiera, desde hace décadas me siento ante una computadora para intentar redactar alguna pieza que bien puede terminar siendo sometida a la consideración de mis muy estimados lectores.
    “Un escritor profesional es un amateur que no se dejó vencer”, dice por ahí Richard Bach en Juan Salvador Gaviota. Creo que tiene razón; hay veces que el precio de entregar a tiempo un texto puede suponer un enorme reto; no en vano, Ernest Hemingway afirmaba: “No hay nada de especial en escribir. Todo lo que haces es sentarte ante una máquina de escribir y sangrar…” ¿Será?
    No menos intenso, pero seguramente menos dramático, Antoine de Saint-Exupéry, clamaba y pienso que con justa razón, que para escribir “hay que tener algo que decir”.
    De esta manera, el reto para el autor —por lo menos así lo percibo—es tener algo valioso, honesto e interesante qué decir a sus lectores y ponerse a trabajar en ello.
    El problema se complica toda vez que no siempre se dispone del material o si se tiene, el momento puede resultar no propicio para publicarlo. Sin duda, la prudencia es una buena consejera.
    “¿Te puedes dar el lujo de tener la razón?” No dudaba en recordarme mi amigo e historiador aeronáutico Richard Hoerle, cada vez me veía en alguna disyuntiva.
    Intento seguir su consejo y pensar dos veces lo que afirmo o escribo. Y es que me cuesta trabajo adoptar la solución que proponía el histórico líder sindical mexicano Fidel Velázquez a la hora de caer en una equivocación en este sentido: “No digas todo lo que pienses, no escribas todo lo que digas y no firmes todo lo que escribas, y si lo pensaste, lo dijiste, lo escribiste y lo firmaste, ¡entonces rájate!” decía. ¡Qué duro y qué difícil hacerlo!
    En todo caso, el objetivo es entonces encontrar un equilibrio entre actuar con libertad y obrar con prudencia, algo que considero es bastante difícil de lograr. En este contexto, unas palabras de Charles A. Lindbergh me ayudan mucho: “No creo en correr riesgos innecesarios, pero lo cierto es que nada se puede conseguir, sin arriesgarse alguna vez”
    En eso estoy, eso intento…

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