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No soy la única que siente miedo…

Me tocó vivir el sismo de ayer pues me encontraba en Ciudad de México. Estaba en Tlatelolco, en las oficinas donde hacemos ¡Goooya!, el periódico estudiantil de la UNAM.

El sismo de 2017 también lo viví, todavía residía en la ciudad. Estaba en la Torre Mayor, en Reforma, en el piso 53 o una cosa así. Casualmente estaba entrevistando al director de la constructora que hizo dicha torre, y acababa de contarme sobre la tecnología que sostenía a la torre y por qué era la más segura del país. Así que cuando inició el sismo, estando todavía en su oficina, me sentí segura. Algo que sí fue impactante, fue ver los edificios que en la Roma y la Condesa se estaban cayendo. No alcanzaba a ver los edificios como tal, pero sí el polvo que aquí y allá se alzaba. Pese a todo, como digo, me sentí segura. 

Ayer, en cambio, sí sentí miedo. 

Hacemos ¡Goooya! en el piso 13 de la Torre Tlatelolco, así que allí me agarró el sismo.

Cuando la alarma sonó, como seguramente les pasó a muchos de ustedes, pensé que era otro simulacro para “tomárnoslo en serio”. Nos colocamos en la zona segura, frente a una pared, pero cuando empezó el temblor todos corroboramos que no, no era otro simulacro. 

Fue un sismo largo e intenso. Los primeros segundos me aseguré de respirar hasta el estómago, como he aprendido a hacer en el yoga, para mantener mi sistema nervioso en calma, pero cuando empecé a escuchar el edificio crujir, y lámparas cayeron del techo, me abracé de mi compañera Mariana, mientras la escuchaba a ella también respirar.

Cuando todo pasó y bajamos, ya en la calle, lxs compañerxs compartieron sus experiencias y me di cuenta que no soy la única que siente miedo. Eso de la ansiedad a veces nos hace querer sentir especiales, pero aprendí una importante lección: sentir miedo es de humanos. Cada compañerx tenía alguna historia: “sentí que me iba a dar un ataque de pánico”, “me abracé de fulanito”, “me puse a rezar”.

Sí, sentí miedo. No tuve una mente clara. Mi maestra de yoga siempre cuenta que las últimas palabras de Gandhi fueron “Ram, Ram, Ram”, es decir, el nombre de dios. Y dice que para eso meditamos, para que, en el momento de nuestra muerte, tengamos la mente clara, el espíritu elevado, el cuerpo tranquilo, esto con el propósito de tener una muerte serena y un renacimiento igualmente sereno. No fue mi caso… Ya ni modo… 

Lo cierto es que me sentí muy acompañada y muy cobijada por el equipo de ¡Goooya! y del PUEDJS en general. Hay una vibra de mucho compañerismo y me siento muy agradecida de compartir proyecto laboral con ellos, pero también momentos como el de ayer. 

Cuando todo pasó, no pudimos volver a la torre, de modo que se armaron comisiones para recoger las pertenencias. Algunxs voluntarixs subieron los trece pisos para cargar bolsos, mochilas, loncheras y, en fin, que todxs pudiéramos volver a casa con nuestras cosas. 

Sentí muchísima gratitud por quienes me entregaron mis pertenencias. Me incliné ante ellos cuando les agradecí, porque así también me ha enseñado el yoga. Da igual si lo notaron o no, sentí un muy sincero sentimiento de postrarme ente ellos por la labor de ofrecerse a subir el edificio en condiciones cuestionables, cargarse a la espalda tanto como pudieron y entregarnos intacto todo.

Namasté, querido equipx del PUEDJS, namasté.

PD. Lean ¡Goooya! porque así con mucho amor lo hacemos. 

Imagen de Elisa en Pixabay

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