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Confesiones

No, si yo también soy una burguesa. Ahora que estoy aquí, lo veo. La ciudad siempre implica una resistencia mayor. Se sale a marchar, incluso. Siempre hay un graffiti que te recuerda. El bar también es una especie de resistencia. El alcohol mismo, hay que decirlo. 

La escritura es otra manera de resistencia. Aquí yo no me callo lo que siento, lo que pienso. Cosa que sí he aprendido a hacer en la realidad consabida; también por consejo de un maestro que enseña sobre el silencio. Y sí. Y sí. 

Pero aquí, en la escritura, todo es posible. Para eso, precisamente, está la metáfora. Yo no les puedo explicar lo que se siente la literatura. No tengo palabras –qué ironía–. La vida se estira. 

Lo cierto es que conforme pasa eso, el mundo de afuera se vuelve cada vez más terrorífico. Ahora que salí, lo pude comprobar. Seguimos siendo los mismos. Seguimos haciendo lo mismo. Sólo nos tenemos más asco, porque eso sí, te limpian por todos lados como si uno, como individuo, fuera el agente de la enfermedad. Es decir, lo somos ahora, pero, ¿no se supone que somos budas? A veces todo eso me confunde. Y ese es mi dolor más fuerte ahora. Antes tuve otros. De los cuales, por cierto, estoy por publicar unos poemas. Qué pinche nervio… 

Tengo un maestro que dice que no resista, que fluya. Por eso el yoga se siente como un respiro.

Image by Alberto Barco Figari from Pixabay

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