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De la crisis de contenidos en las plataformas

Estas últimas semanas he visto series y películas cuyos guiones parecen descuidados. Hay buenas ideas, pero también hay un montón de absurdos y cabos sueltos. Me pregunto si esto se debe a la huelga de guionistas en Hollywood o bien, a la demanda de tanto contenido que lo importante está en la cantidad y no en la calidad. Como sea, los que quedamos en medio somos los consumidores. 

Brit Marling es una escritora y directora estadounidense creadora de The OA. ¡Me fascinaba! Pero creo que la serie resultó demasiado abstracta así que la dejaron trunca en su segunda temporada. El año pasado me enteré en redes que lanzaría una nueva serie: A murder at the end of the world, así que la esperé con ansias y vaya decepción.

El argumento está buenísimo: la inteligencia artificial en el centro de un asesinato, pero la serie está llena de inconsistencias, por ejemplo, nunca sabemos por qué era relevante que el personaje principal estuviera en el centro de los hechos. Un magnate de la tecnología invita a diversos personajes de la vida pública a su casa en un lugar inhóspito, tiene la intención de mostrarles su inteligencia artificial y venderla, se entiende que algunos de sus invitados sean, por ejemplo, arquitectos de ciudades inteligentes, pero Darby, una hacker con un gusto peculiar por perseguir asesinos seriales, ¿qué hace allí? Otra imperdonable: estamos en un complejo altamente tecnológico, ¿cómo es que se quedan sin gas una noche de tormenta? Me hace pensar que fue una solución fácil de los escritores para justificar la oscuridad y el suspenso. Que no crean que no nos damos cuenta…

También acabo de ver Monarch: Legacy of monsters, una serie que retoma las figuras de Godzilla y King Kong –cosa que me hace preguntarme si ya no somos capaces de crear nada nuevo– y, oscilando entre dos líneas temporales, intenta desentrañar cómo es que estos “titanes” habitan la Tierra. Un agujero de gusano es la resolución, lo cual me parece interesantísimo. Pero los personajes del tiempo presente son nefastos, adolescentes en conflicto perpetuo con los adultos que los orbitan. No sé si esto sea un reflejo de la sociedad estadounidense, quizá sí, quizá sus jóvenes son de esos que ya no tienen ningún respeto por la autoridad y creen saberlo todo, pero en pantalla resulta cansado. Los monstruos –que aparecen poco– y el agujero de gusano quedan relegados en 10 capítulos en que tenemos que chutarnos a los dichos adolescentes. Ahora, cabe aclarar que, en realidad, no son adolescentes, son adultos, pero los personajes están escritos de manera tal que uno no puede salvo relacionarlos con adolescentes. 

Creo que otra de las razones por las que los guiones se sienten flojos, es por la necesidad de hacer varios capítulos y no, simplemente, una película. Quizá el capitalismo tiene la culpa –otra vez–.

Por morbo político, el fin de semana vi The sound of freedom, la película de Eduardo Verástegui que supuestamente quiso ser censurada en Estados Unidos. Pensé que iba a retratar la red de pedofilia que –dicen– se extiende entre los demócratas y llega hasta la Casa Blanca, pero la realidad es que de esto no cuenta nada. Las escenas que muestran el abuso sexual infantil y el dolor de estos niños son tan recurrentes que resultan incómodas. Es un caso real, sin embargo, creo que la escena donde el protagonista se mete a la selva colombiana a rescatar a una niña, es ya invento hollywoodense; resulta absolutamente inverosímil que un solo hombre sortee a la guerrilla colombiana en plena selva. Este tipo de argumentos los aguantábamos con Rambo, pero actualmente ya no son creíbles. Y por si lo anterior no es suficiente, Jim Caviezel, el protagonista, es muy mal actor.

No sé ustedes, pero yo me enojo de que los estudios nos quieran ver la cara. Gastan millones de dólares en estas producciones, ¡contraten buenos escritores!

Bueno, en fin, esta es solo mi opinión personal y no es importante. 

Foto: Adobe Express

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Publicado enBlog