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De que estar conectados nos desconecta

Vi un video de París en donde la gente congregada alrededor del Arco del Triunfo recibió el Año Nuevo. Me llamó profundísimamente la atención que, al terminar el conteo y sonar las 12, nadie besó a nadie, nadie abrazó a nadie, puesto que todo mundo estaba demasiado ocupado grabando con su celular los fuegos artificiales.

¿Para qué? Muy seguramente para postearlo y decir “Estuve en París recibiendo el Año Nuevo”. Quién sabe, lo anterior es solamente una especulación.

Impresiona ver el video. Es distópico. Y si no nos detenemos a reflexionar sobre los peligros de la desconexión humana, entonces estamos demasiado dormidos.

Durante las vacaciones decembrinas, como saben, me desconecto de redes sociales durante algunas semanas. Es un ejercicio que le copié a mi maestro budista, Hondou Kyonin, y que replico porque lo he sentido expansivo y, sobre todo, necesario. 

Está demostrado que demasiados estímulos y demasiada información en la mente coartan nuestra creatividad y muchas capacidades de nuestro cerebro se ven minadas. Quizá ahorita nos parezca radical, porque en las redes sociales sucede todo. Es decir, yo misma publico y comparto esto en las plataformas digitales. 

Pero aquí también entra la enseñanza budista: el punto medio, ni el abuso ni la abstinencia total. Podemos y debemos usarlas, pero con la capacidad crítica de discernir e integrar la información que consumimos. La capacidad crítica, por cierto, también se ve minada por los algoritmos, puesto que, si éstos alimentan solamente mi propio punto de vista, es muy probable que crea mis propias opiniones como las únicas válidas y rechace el diálogo y, por lo tanto, la diferencia, la libertad de expresión, la democracia.

Es decir, hay un peligro verdadero detrás del uso desmedido e indiscriminado de las redes sociales y las plataformas digitales. Sin duda tienen ventajas, pero si no somos capaces de observar con recelo que cientos de personas congregadas no conecten afectivamente entre sí porque solamente están conectadas al celular, entonces no sé a dónde vamos a parar. O bueno, sí, a las distopías que vemos en las películas o en los libros, esas en donde los aparatos represores actúan con anuencia de la gente, que vive en una falsa sensación de libertad. ¿Les suena? La realidad supera la ficción.

¿Qué propósitos tienen para este año? Yo tengo uno principalísimo: cultivar un habla compasiva, pero también pretendo limitar mi uso de dispositivos digitales y prestar más atención real y presencial a las personas que tenga enfrente.

Sin duda, tampoco descuidaré que los contenidos que ustedes lean aquí o en mis propias redes cultiven esa misma comunicación compasiva y nos sirva a todxs para expandirnos.

Y, como siempre digo, esta es sólo mi opinión personal y no es importante.

Imagen: Adobe Express

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Publicado enBlog