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De que no podemos seguir siendo los mismos

Hace unas semanas se celebró el cumpleaños 18 de Leonor de Borbón, la princesa de España, el mismo día se llevó a cabo la jura de la Constitución, un acto que es requisito para que se pueda convertir en reina. Todo lo que presencié aquel día y sus alrededores mediáticos fue, francamente, ridículo.

¿Se imaginan que toda nuestra vida fuéramos los mismos?

Hace muchos años, me fascinaba la monarquía española. Tendría unos 14 años cuando agarré del librero de mis papás un libro que se llama Loca de amor, me atrajo la portada: una mujer con la mirada perdida frente a un féretro. Y me topé con la fascinante historia de Juana I de Castilla, mejor conocida como “La loca”. La perspectiva de Catherine Hermary-Vieille, la autora, era narrar la vida privada y los sentires más íntimos de Juana. Me encontré con una mujer poderosísima reducida a loca por los hombres que la orbitaban y pretendían su trono: el papá, el marido y hasta el hijo. Me conmovió mucho su vida y a partir de entonces me devoré todo lo que a su alrededor había: biografías, historia, geografía y, por su puesto, la literatura. Me obsesioné con España y su tiempo –ya ven que casi ni soy atascada–.

Con los años, claro, llegaría la conciencia de la historia. Esa mismita Corona que heredó Juana –y que nunca ejerció porque la aprisionaron en un castillo– fue la que invadió gran parte de América y perpetró los genocidios que quieren negar y la explotación de recursos que aún continúa de manos de las transnacionales españolas. 

El actual gobierno de México ha exigido disculpas a la Corona española por lo perpetrado durante la invasión. Hubo burlas al respecto. Que ya lo superemos, dicen muchos. Bueno, huelga decir que, por un lado, la Corona nunca respondió y, por el otro, algunos políticos e intelectuales españoles se burlaron del hecho con dichos por demás racistas o aseverando cosas como que gracias a España, nos evangelizamos… no, pues gracias…

¿Seguir siendo los mismos? ¡Imposible! Los años pasan, la vida pasa, las cosas, necesariamente, cambian. 

A la luz de los hechos, no puedo salvo sentir repele por la monarquía española. La familia que reina ahora, los Borbón, han resultado corruptos hasta la médula. Basta con recordar cómo Juan Carlos –abuelo de Leonor– tuvo que abdicar del trono y huir a un exilio lujoso a Dubai antes de que lo siguieran investigando y le siguieran sacando todas sus corruptelas. 

Y llegamos a lo ridículo del inicio. Para sostener a esta familia en un trono que ya no sirve para nada, los medios de comunicación conservadores están colocando la narrativa de que Leonor es progresista y feminista, y la prensa del corazón la llama “la princesa más guapa de Europa”, exaltando su estilo y sus maneras. 

Lo cierto es que el pueblo español está harto de esta familia y la quiere fuera. Ya veremos qué pasa…

En fin, yo también he sido racista, he sido machista, he sido iracunda, he tratado mal a compañeros de trabajo creyendo que así funcionan las jerarquías de oficina, he mentado madres en el tráfico, pero la vida pasa, he sufrido consecuencias de todo lo anterior, he leído cosas, conocido otras, sobre todo, me he sentado a meditar, necesariamente me he transformado. Si yo pensara igual que cuando era adolescenta, entonces de qué habrían servido todos los años vividos.

No podemos, simplemente, no debemos seguir siendo los mismos. Mañana, ahora lo entiendo, voy a ser otra.

Pero esta es solo mi opinión personal y no es importante…

Foto: Adobe Express

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