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De que los trajes típicos no son disfraz

Qué curioso, la verdad, que sí me sentí poquito ofendida –o bueno, muchito, la verdad– cuando vi a Xóchitl Gálvez, candidata de las derechas a la presidencia de México, vestida de tehuana.

Les comparto un poco de mi historia personal: la verdad es que tardé años en reconocerme en la vestimenta típica de mi tierra; en las fiestas y en eventos de distinta índole, veía a mi madre, a mis abuelas, a mis tías portar el traje de tehuana con mucho orgullo y alegría, pero a mí no me resonaba y no lo usaba.

Me implicó un viaje largo y a veces escabroso este reconocimiento de mí misma, de mis ancestros, de mi herencia cultural; no sé ustedes, pero yo he sido de las que me hecho mi carta astral, he hecho viajes psicotrópicos, he hecho hipnosis y todo tipo de meditaciones que, poco a poco, me mostraron de dónde venía, ¿para qué? Quién sabe, quizá simplemente soy una buscadora… Aunque dicen por ahí que un árbol ha de echar raíces muy profundas para poder elevarse muy alto. Así que para eso. No hay viaje espiritual que no empiece y culmine en las raíces.

Afortunadamente todo esto empecé a entenderlo cuando mi abuela materna estaba viva, lo que me dio oportunidad de preguntarle muchas cosas; muy a tiempo me enseñó a hacer garnachitas –recuerdo ese día vívidamente– e, incluso, tuve oportunidad de entenderla como mujer. Qué arrepentida estoy, eso sí, de no haberle pedido que me enseñara a hablar zapoteco…

Así que, si bien siempre amé ir al Istmo y comer la comida típica de allá, no fue sino hasta tiempo después que la ropa empezó a resonar en mí: esta es la ropa de mis abuelos, la ropa de mis padres, la mía. Esa cosa de cuál es mi estilo, la verdad quién sabe, nunca lo supe, todo lo siento artificial, pero cuando me pongo una enagua y un huipil siento pertenencia. De aquí soy. Yo soy. So ham. 

Es así que el traje típico de una nación originaria no es un disfraz para hacer proselitismo. Es parte de una identidad que se comparte de la raíz a la conciencia. Y creo que es por todo este intenseo que les acabo de contar que me dolió la pancita al ver a Xóchitl Gálvez en traje de tehuana. 

En todo caso, no tiene nada de malo que la gente admire este traje y quiera usarlo, pero cala hondo que una candidata que representa un poder político y económico que históricamente ha saqueado y marginalizado a las naciones originarias, se disfrace para ganar votos. 

Me pregunto, por ejemplo, si Xóchitl empezará a usar cada traje de cada región en sus visitas de campaña. ¿O sólo se le hizo chido vestirse de tehuana? ¿Se pintará, por ejemplo, como los comca’ac cuando ande por allá en Sonora? ¿Lo haría aun cuando su propuesta económica es la de las privatizaciones y la venta de los recursos del país? La nación comca’ac está asentada en un importante yacimiento de litio, ¿a quién responderá Xóchitl Gálvez: al pueblo o a las empresas? Porque, hasta donde me he quedado, ha hablado de vender PEMEX y privatizar la educación. ¿No hasta celebró la victoria de Milei en Argentina?

Nada de lo anterior lo estoy criticando, si esa es su propuesta económica y hay quienes sienten que es una apuesta interesante, bueno, es válido, en todo caso las democracias se construyen con diversidad de opiniones; pero entonces que no pretenda algún interés por las naciones indígenas que –comprobado por la historia– son las primeras en sufrir los embates del sistema económico que ella representa.

En fin, esta es solo mi opinión personal y no es importante.   

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Publicado enBlog