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La mente en regresiones…

Fui a mi primer cuarto en Guanajuato. 

Donde empecé a escribir Mäywen

Cuarto de paredes azules. Lo pinté azul porque yo todo cuanto he buscado siempre es tranquilidad.

Pude sentir incluso la escalera que bajaba detrás de mí hacia el resto de la casa en donde vivía. 

Yo escribía, sentada en el escritorio, en una misma posición que ahora: frente a una ventana. Le daba la espalda a esa escalera con voz propia; siempre tuvo presencias: nunca estuve sola, aun cuando estaba sola.

Tuve pocos amigos. Me dediqué a escribir muchísimo allí, en ese cuarto en la azotea de una casa en la esquina de Manuel Doblado, donde lo que se hilaba eran palabras: las primeras de esa hada que se movía en la oscuridad.

No por regresión, sino por simple recuerdo, Mäywen nació en otro cuarto también azul: el de Primaveras, cuando por fin mis papás me dieron un cuarto sola. Tuve entonces la oportunidad de estar en silencio y pensar, y desvelarme escribiendo otras cosas que, en estos días de encierro, tuve oportunidad de desempolvar. Con qué intensidad, desde entonces, he buscado explicación al mundo, discerniendo mi existencia. Claro que el lenguaje era otro; pero los anhelos, los mismos.

Es como un arrobamiento. Una especie de iluminacioncita, pero es más bien una experiencia todavía aquí, muy aquí en esta tierra. Hermosa, eso sí, por todas sus imágenes y por todo lo que significa. 

No, yo no soy de las que se resiste a las capacidades de la mente. Qué curioso, allí donde está la luz, está también la enfermedad de mi cuerpo.

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