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¿De qué escribimos las mujeres?

Ésta es la gran pregunta que surgió en lectores y en los medios cuando, el año pasado, se llevó a cabo la primera feria del libro dedicada enteramente a la literatura escrita por mujeres –para empezar, no debería haber tal cosa, es sólo “literatura”–.

Me di cuenta entonces de que las mujeres escribimos mucho de género, de maternidad, denunciamos, nos quejamos, soñamos, pero empiezo a pensar que esto responde a los grilletes que nos ha puesto la sociedad patriarcal. Desde el inicio de los tiempos hasta hoy –pleno siglo XXI– hemos vivido en prisiones matrimoniales, domésticas, educativas, morales, lingüísticas y un largo etcétera.

Me pregunto, entonces: de qué escribiríamos las mujeres si nuestra mente no estuviera cercada por los horarios de los hijos y las obligaciones domésticas. Porque alguien tiene que cocinar la comida que come toda la familia, alguien lava la ropa, alguien acompaña a los hijos en su escuela virtual. –Yo misma, de qué estaría escribiendo si no estuviera mi pluma ocupada, precisamente, en este tema–. 

Pongamos por ejemplo el encierro durante esta pandemia. El hombre, según observo, dispone de todo el tiempo para trabajar; su horario y su espacio se le respeta, y hay que andar de puntillas si está en llamadas o en un Zoom. ¿Quién, entonces, se está haciendo cargo de los hijos y de la casa? ¿No deberíamos, las mujeres, de disponer del mismo tiempo y del mismo respeto para trabajar? ¿Por qué nosotras no podemos trabajar sin ser interrumpidas?

¿Hacia dónde irá, pues, nuestra literatura una vez que nos liberemos de las prisiones domésticas y de los tabúes sociales? Porque ser mujer en México y no tener hijos y no cocinar y dedicarte enteramente a lo profesional sigue siendo un tabú, incluso, entre mujeres. Ahora, ¿es por esto que nos autocensuramos?

Imagen de by_mema en Pixabay

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Publicado enBlog

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