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Del ego…

En los primeros acercamientos que tuve al budismo, mi maestra Dayachandra hablaba mucho de la muerte del ego. No lo entendí, hasta que lo entendí. Quizá tampoco sabría explicarlo –y definitivamente el mío no ha muerto–.

El ego, entre otras cosas, es querer tener la razón: aferrarnos a que yo tengo la verdad, lo que yo digo/hago es lo correcto; juzgar al otro, incapaz de entender que existen muchos acercamientos a la realidad, muchas posibilidades. Incluso los números y las estadísticas representan una sola verdad. 

He observado, por ejemplo, que en las redes sociales la interacción es, por lo general, ríspida, y muchos posts contienen mensajes del ego. He visto posts de amigos y/o gente conocida en donde existe una fuerte necesidad de comprobar que tienen la razón, así lo que postean hiera a alguien más o incomode al otro; es decir, esa necesidad –del ego– se ha vuelto más fuerte que la amistad, el amor, la compasión y la empatía. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Eso, acaso, nos afianza? ¿Nos redime ante nosotros mismos? ¿Nos da una sensación de triunfo, aunque de por medio vaya la gente que decimos querer? 

En fin. Yo también soy una víctima de mi ego. Acabo de pasar por una situación personal en donde mi ego me dominó toda. Lo puedo ver ahora gracias a las pláticas que tengo con mis maestros. Claro, la atención consciente también me permitió detectar mala vibra hacia mi persona, y no es algo que imaginé, me lo corroboró alguien con quien platiqué al respecto. Sin siquiera yo preguntárselo, me confirmó lo que yo había sentido.

Mi enseñanza espiritual ha incluido el amor propio, entonces qué bueno que me alejé. Pero ay, mi ego: yo sé hacer esto, yo tengo la experiencia, como yo digo es la mejor manera… Ouch… Ver que me sigue dominando, es muy duro. Sigo sintiendo vergüenza. Quizá por eso lo escribo –y lo publico– para, por fin, soltarlo. “Es lo que hay”, dice mi maestro de yoga.

Precisamente una de las cosas que más me gusta de la práctica del yoga son las enseñanzas espirituales, como las postraciones al final de cada sesión. Postrar el ego, la mente por debajo del corazón –o mejor dicho: el corazón por encima de la mente–. Y postrarlo diario, al final de cada práctica, como recordatorio de lo que hay que hacer en la vida cotidiana.

Ni modo. Seguimos aprendiendo.

Foto: José Jiménez

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Publicado enBlog

2 comentarios

  1. Victoria Victoria

    Creo que este ego aparece y se agudiza justo gracias a la pandemia. Lo platicaba con un amigo, esto nos ha hecho volvernos egoístas para cuidar nuestra salud, pero ha llegado al grado de perder la empatía y compasión con respecto a los demás. Se ha vuelto un arma de doble filo y el grueso de la gente no se da cuenta de que está llegando a esos niveles.

    • Magdalena Magdalena

      Ay sí, definitivamente la pandemia nos ha enloquecido jaja! Pero los egos inflados creo que los padecemos desde mucho antes. En fin, como digo, seguimos aprendiendo. Gracias, mi Marivy hermosa, por pasar por aquí y comentar. Te quiero <3

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