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¿Somos el resultado de nuestras lecturas?

A propósito del post anterior –pero también de mi contacto últimamente con la literatura escrita por mujeres, que me ha hecho darme cuenta que, en realidad, yo he sido lectora de hombres–, me pregunté: ¿es cierto eso de que somos resultado de nuestras lecturas? ¿Soy yo, entonces, el resultado de tantos años de literatura masculina? Y la más desencantada, además… ¿Por eso la náusea? Zaz…

Desde muy temprano me atraparon los melancólicos. Es decir, hasta Rubén Darío añoraba. Sartre y Dostoievski me enseñaron el mundo. Lodo, podredumbre, noche, subterráneos de la conciencia… Cha-le…

Digo, tampoco voy a negar que me encantan. No se equivocaron. Todos fueron muy despiertos. Eso hace que duela el mundo. Eso genera poetas. Porque eso sí, grandes poetas, sí fueron. Ahora sí que hasta Nietzsche, ahí está el Zaratustra… Pero, ¿me trastornaron la mente? Bueno, disfruto mucho las literaturas metafísicas… Pero el suicidio, el manicomio, el alcoholismo… Ay, dios…

Entonces, ¿somos resultado de nuestras lecturas? 

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

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Publicado enBlog

Un comentario

  1. JUAN ANTONIO JUAN ANTONIO

    Algunos escritores y otros que no lo son, como de su infancia —diría el Principito, somos resultados de lo que leímos.
    En mi caso La Vuelta al Mundo en 80 días y esas revistas de National Geographic que devoraba en mi adolescencia, como comencé a hacerlo con las biografías, mismas que me llevaron a Saint-Exupéry, de cuya mano terminé en Montaigne, Hesse, Sartre, Compte-Sponville y con otros existencialistas.
    De hecho no me sorprende que habiendo leído lo que comentas tiendas a la ansiedad Madgalena.

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