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De Will Smith y el amor romántico…

He escuchado a varia gente decir que el término “amor romántico” viene de los libros de caballería. Y también he visto la condena a este tipo de historias a raíz de sucesos como lo ocurrido en la pasada entrega de los Oscar, ya saben, lo de Will Smith “defendiendo” a Jada y golpeando a Chris Rock.

En fin, yo, como Don Quijote, soy una lectora ávida de las novelas de caballería; y como Don Quijote, probablemente también enloquecí porque se me ocurrió, en pleno siglo XXI, escribir una. Mäywen, como algunos de ustedes sabrán, es una revaloración de las formas y los fondos de las novelas de caballería del s. XII.

El tema lo tengo fresco o, mejor dicho, lo llevo en mi corazoncito por gusto y por estudio literario, así que cada que escucho condenas a este género o al concepto del amor que allí se desarrolla, se me parte ese mismo corazoncito.

Para empezar, no entiendo cómo es que el término “romántico” acabó describiendo este tipo de amores. Sospecho que es una confusión etimológica, porque “roman” se les decía a estos relatos, por ejemplo, el roman de Tristán, o el roman de Roldán, y es una palabra francesa que quiere decir “novela”; el siglo XII es un período histórico en que la literatura pasó de la oralidad a la escritura y el término roman/novela describe relatos ya escritos que tenían una cierta estructura y cierto desarrollo psicológico de sus personajes. 

Otra confusión que sospecho es que roman también se refiere a la lengua “romance”, es decir, la lengua vulgar con que se escribieron estas historias, ya no el latín, reservado a lo académico o lo religioso, sino que es un momento histórico en que en Francia –que es en donde se origina el género– empieza a usarse la lengua vernácula en su literatura.

En fin que todo lo anterior va a derivar en el romance de Tristán, o el romance de Roldán, y quizá por eso hoy creemos que ese “romance” se refiere a amores o a idilios y no a un género literario.

En realidad, a ese tipo de amores se les conoce como “amor cortés”, y siguen una serie de reglas que, a su vez, obedecen al código de la caballería, un código de honor que seguían todos aquellos que eran armados caballeros. Esto existe sólo en el plano literario, no tiene nada qué ver con la realidad. De que eran amores apasionados y además en su mayoría adúlteros, sí. (De este adulterio podemos discutir más ampliamente si consideramos que es una época en que a la mujer no se le permitía elegir con quién casarse).

El término “pasión” también me gusta mucho porque viene de la palabra “padecer”, de manera que amar con pasión se refiere a amar con padecimiento. ¿Todo esto es positivo o abona a la discusión social? Probablemente no, pero otra vez, estamos en el plano literario, un terreno de ficción, de posibilidades, donde la realidad se puede manipular y estirarse hasta la locura o el absurdo.

El amor cortés hunde sus raíces en Platón, todo lo que los autores describen en sus textos, viene de allí, son amores encarnados, pero con una profunda veta espiritual; es por eso que este tipo de amantes generalmente mueren, para que el amor trascienda. Si siguieran con vida, no hay eternidad en el amor, hay matrimonio, hijos y cotidianeidad. No lo digo yo, lo dijeron los teóricos amorosos y creo que tienen razón. Por eso estos amores son posibles sólo en la literatura o, en todo caso, en cualquier discurso ficcional.

De esto pudiera escribir y escribir, y hablar durante horas, pero lo reflexiono así, someramente, porque me llama la atención el uso que hacemos de la palabra “romántico” hoy en día y la condena que ponemos sobre la literatura amorosa.

En todo caso, la definición de “amor romántico” sí que puede venir del Romanticismo. Romantique en francés alude, otra vez, a lo “novelesco”, va a derivar a romantisch en alemán. Aunque tampoco se parece a como lo estamos usando hoy en día, los románticos preconizaron la sublimación de los sentimientos, lo trascendental, lo subjetivo, la libertad en el amor y en la estética. 

En fin que, de manera personal, no me gusta el uso del término romántico para describir al que más bien es amor cortés, y menos me gusta que se use para describir a los amores tóxicos que nacen de las prácticas heteropatriarcales. En todo caso pudiéramos decirle amor “tóxico”. O inventarle algún nombre…

Pero esta es sólo mi opinión personal…

Imagen de un-perfekt en Pixabay

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Publicado enBlog

3 comentarios

  1. JUAN ANTONIO JUAN ANTONIO

    Magdalena, buenas tardes.

    El inicio de mi fascinación por ese mensaje de madurez y libertad que emana de la literatura de la “irreverente y provocadora” Mónica Soto, me llevó, no hace mucho tiempo, a tener la fortuna de descubrirte y comprender que tu literatura, por lo menos la de uno de uno de tus libros (“Poética de la Ansiedad”), una valiente, honesta y elegante manera de hablar de una enfermedad tan desgarradora como es la ansiedad, habla por mi.
    Déjame decirte por favor, que leyendo el texto que publicaste en este Blog sobre Will Smith (al que no le creo sea cierta esa bofetada) y “el Amor Romántico” confirmó que desde tu oaxaqueño y natural feminismo, eres capaz de hablar también por este nuevo grupo de hombres de todas las edades, que estamos intentando construir, por cierto, con grandes esfuerzos y barreras, nuevas masculinidades y relaciones menos tóxicas en todos sentidos y direcciones, entre todos los seres humanos.
    Bien se dice que hay autores que tienen el don de hablar por sus lectores; de hecho, mi fascinación por Antoine de Saint-Exupéry, tema en el que puedo tener algunos conocimientos, comenzó cuando otro grande de la literatura y el humanismo aeronáutico (Richard Bach) nos lo presentó como un amigo que habla su idioma, invitándonos a seguir leyéndolo, simplemente para mantenerlo vivo y así corresponderle.
    Tu servidor en su área de especialidad, que es el vuelo, intenta poner en blanco y negro y publicar, lo que otros aeronáuticos humanistas no tienen manera de decir de otra manera. No me siento usado, por cierto, por el contrario.
    Gracias por escribir por mi Magdalena . Espero “corresponder”, manteniéndote viva leyéndote.
    Juan Antonio José

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