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Del peligro de un gobierno de derecha

El domingo pasado se llevó a cabo el debate entre candidatxs para jefe de gobierno de la Ciudad de México. El pobre desempeño de Clara Brugada me invitó a reflexionar sobre la posibilidad de un gobierno de derecha en la capital de nuestro país.

Actualmente en México vivimos una época altamente politizada en donde nos hemos decantado por un lado u otro. A pesar de las coaliciones y los muchos nombres y colores, la realidad es que estamos ante dos proyectos políticos: uno de izquierda y uno de derecha. Este fenómeno no es exclusivo de México, parece ser una tendencia mundial: las tensiones geopolíticas responden, con sus propias sutilezas, a esta misma dicotomía. 

Así que, volviendo al así llamado Debate Chilango, en la Ciudad de México nos jugamos continuar con un gobierno de izquierda o entregarle, por primera vez en 25 años, la capital de nuestro país a la derecha. 

Después de ver el debate del domingo, supe que hay una posibilidad de que lo anterior suceda. Clara Brugada, la candidata de izquierda, no parece tener la templanza ni la inteligencia para debatir proponiendo, sino que es la segunda vez que cae en el juego de Santiago Taboada, el candidato de la derecha, cuya estrategia es atacar y mentir. Pero Clara no sabe responder, no sabe dirigirse al pueblo e informar, se engancha con su contrincante sin la capacidad, siquiera, de concluir sus acusaciones que, sobra decirlo, están lejos de ser mentiras.

Entiendo que haya gente que no quiera votar por Clara Brugada o por MORENA, pero, ¿nos hemos puesto a pensar realmente lo que significa entregarle a las derechas la Ciudad de México? ¿Nos hemos puestos a reflexionar lo que realmente significa una ideología u otra?

Quienes vivimos la transición, sabemos lo que significó la llegada de la izquierda al gobierno de la Ciudad de México: pasamos radicalmente de una ciudad insegura y abandonada, a una ciudad cosmopolita. Los gobiernos de izquierda significan la justicia social, los derechos para todxs, la gratuidad de los servicios básicos; el derecho al aborto, los derechos laborales, el derecho a manifestarnos, el derecho a una educación pública, gratuita y laica se han ganado en las calles gracias a los movimientos de izquierda. La izquierda en la capital también ha significado la diversidad cultural y la apertura a la pluralidad de opiniones y de formas de ver la vida.

La ideología de derecha, por su parte, significa lo contrario. Y no la estoy juzgando de buena o mala, correcta o incorrecta, es lo que es. La derecha busca el crecimiento económico de las minorías a costa de las mayorías, eso es lo que realmente significa la privatización de los servicios públicos, de los recursos de una nación y de las empresas del Estado; las derechas muy generalmente vienen de la mano de una ideología conservadora casi medieval, por lo mismo la derecha es antiderechos; es en la derecha en donde se gestan el clasismo y el racismo y es por todo lo anterior que tiende a los fascismos. 

Argentina nos puede servir de ejemplo. La población votó la ultraderecha de Javier Milei y ahora los argentinos no solamente han profundizado su crisis económica, sino que están padeciendo ya la privatización de la educación, les han reducido el 80% del presupuesto y de plano han dejado a los planteles sin luz, ¿cómo van a estudiar los millones de argentinos que no puedan pagar una escuela privada? Además, Milei está buscando formar parte de la OTAN, es decir, mandar soldados argentinos al conflicto en turno y traer las guerras de Estados Unidos y Europa a nuestro continente. Eso es algo de lo que significa la derecha.  

Lo que estoy diciendo sí, es maniqueo, porque hay sutilezas y excepciones. Pero la realidad es que hoy por hoy los mexicanos tenemos sólo dos opciones y no parece haber grises. Nuestra tendencia electoral es la tendencia del mundo: o apostamos por un proyecto soberanista, social y antiguerra; o le entregamos la capital –y el país– a un proyecto privatizador, antiderechos y que se vea obligado a apoyar los genocidios de los grandes poderes económicos.

En todo caso, antes que izquierdista o derechista o socialista o capitalista, soy budista, y mi deber espiritual es permanecer en medio, así que esto es solo una opinión personal y no es importante.

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