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De que ya no queremos leer señoros deprimidos

Parece slogan político –y de hecho lo es, por lo menos aquí en México–, pero es cierto: es tiempo de mujeres. 

Vengo regresando de la FIL Guadalajara y, sin duda, vibro más que nunca la importancia y la relevancia de la literatura escrita por mujeres. Las colectivas, las lectoras y las propias autoras hacen bullir esta feria con la certeza de que vivimos un momento histórico en que nuestro quehacer literario y nuestra interpretación del mundo están siendo, por fin, escuchados.

Pero lo que me parece más interesante es que las mujeres sabemos que este momentum no es nada más un devenir histórico, sino que se ha luchado por él. Y es, en ese sentido, en donde encuentro las grandes diferencias entre la literatura escrita y hecha por mujeres y entre mujeres, y los señoros. 

Nosotras sabemos que para lograr el espacio, hay que trabajarlo. Se vibra, se ve, yo misma lo vivo. Sí, nos detenemos a pensar, a reflexionar, a contemplar la existencia, a auto observarnos; sí, nos sentamos a escribir; pero también sabemos que después toca, como dicen coloquialmente, “picar piedra”. Hay que moverse, hay que salir, subir, bajar, cargar cajas de libros, gestionar los espacios y la promoción. Sabemos que no es opción quedarnos sentadas a jugar a la bohemia, whisky y cigarro en mano. Y si bien debe haber un cuestionamiento a lo anterior en el sentido de que el sistema no nos permite ese estado de reposo, hay que ver el lado positivo: se trata de no quedarnos en el conformismo, en un estado de latencia esperando el gran momento en que alguien me descubra. Eso es lo que a las mujeres nos mantiene en movimiento y, el movimiento, según el budismo, es la misma naturaleza humana, y ahí está nuestra capacidad de transformarnos constantemente. ¿Y saben qué creo? Que en esas transformaciones están las historias.

Ya no queremos seguir leyendo señoros deprimidos que sólo hablan de sí mismos y cuyas historias de borracheras y autocompasión hemos leído una y otra vez.

En un texto anterior señalaba sobre los temas que escribimos las mujeres, los temas que están de moda, quiero decir. Y si bien no me retracto del doble esfuerzo que tenemos que hacer quienes no escribimos al respecto, sí que quiero agradecerles por escribir de la vida y de los cuidados y no seguir enredadas en la fantasía y la romantización del poeta maldito, la autodestrucción y el fracaso. En cambio, el hambre que tenemos las mujeres es inspiradora.

Sí, sí es tiempo de mujeres. Toca seguir trabajando, pero sobre todo toca apoyarnos, tendernos la mano, impulsarnos, colaborar entre nosotras, tejer redes de negocio entre nosotras, que queremos hacerlo. Dejemos que los señoros jueguen a la bohemia mientras nosotras rompemos ese techo de cristal.

Estoy inspirada, pero como siempre esta es solo mi opinión personal y no es importante. 

Foto: Adobe Express

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Publicado enBlog