De escribir libros a enviarlos...

Con toda esta situación del coronavirus y la cuarentena, la operación de los autores independientes, chiquita, muy chiquita de por sí, se ve ahora sí minúscula frente a gigantes como Amazon.

Ayer el novio encargó La Condesa Sangrienta de Alejandra Pizarnik y hoy me lo estaba regalando. Sí, llegó en 24 horas. Los libros que yo envío, en cambio, se están tardando hasta 15 días, y hubo uno que envié a Monterrey, que se tardó 1 mes.

Pregunté en la oficina de correos a qué se debían los retrasos y me contaron lo obvio: que se habían visto obligados a reducir personal.

Hace un par de semanas me pidieron un libro, con entrega exprés, para que llegara en una fecha específica pues lo querían regalar de cumpleaños. El libro no llegó a tiempo y aunque la persona en cuestión fue muy paciente, no pude evitar sentirme insatisfecha.

Pero es que cuando les contaba que quienes somos independientes hacemos de todo, es verdad. Y ese todo, implica todo.

Sí, yo escribí mi libro, pero ahora yo también lo envuelvo, lo llevo al correo, doy seguimiento de todas y cada una de las guías para asegurarme que lleguen a sus destinos, y las veces que se tardan más de lo normal, personalmente me toca rastrear los envíos, enviar mails, hacer las llamadas pertinentes. Ahora que el servicio de correo se ha alentado, yo misma he llevado algunos libros hasta sus destinos con tal de que ustedes lo tengan lo más rápido posible.

Y esa sólo es una parte de la operación, porque como comentaba en un post anterior, también soy mi propia relacionista pública, y diseñadora gráfica, y fotógrafa, y videógrafa, y editora. Y en otra ocasión les contaré lo vulnerable que me siento de estarme exponiendo tanto en redes sociales, porque hablar tanto de mí, de mi libro y grabarme y editarme y ver mi cara tanto tiempo y escucharme y re-escucharme, se puede volver un ejercicio de autocrítica muy negativo.